Monday, April 7, 2008

El cumpleaños

Después que se deja de ser niño, para mí, los cumpleaños se me hacen más deprimentes que otra cosa. Me pongo a pensar si en realidad ha valido la pena mi vida en ese año. Si lo que he hecho ha servido de algo, o si simplemente viví un año más sin aportar mucho y sin aprender nada. Esta mañana cuando me levanté y tomé café después de casi una semana sin hacerlo, estaba pensando en ello. Este café sería, secretamente, mi propio regalo de cumpleaños. El año pasado fue un iPod, esta vez fueron dos tazas de café. No está mal, ¿cierto? Después se nos ocurrió que para aprovechar el día tan bonito podríamos ir a elevar una cometa. Todo este proceso se retrasó debido a que vos, cuando yo no lo quería, te tomaste una siesta de tres horas. Cuando te levantaste, nos arreglamos, compramos la cometa y nos fuimos a un parque con pocos árboles. Yo hacía más de 15 años que no elevaba una, pero el viento hizo que todo fuera super fácil. Las primeras veces la cometa se nos cayó, pero después de un poco de práctica la cometa se mantuvo en el aire hasta que la guardamos.
Después de un rato querías dar una vuelta por el parque y te fuiste con tu mamá mientras yo me quedé elevando la cometa. Al tener la cometa en el aire, me puse a pensar en Al pie de la ciudad de Mejía Vallejo. En este libro las cometas son una de las pocas alegrías que los niños de los tugurios tiene. Ellos disfrutan cómo éstas se elevan por los aires y, de cierta manera, se liberan de la opresión de la ciudad:
Las fabrican de hojas de periódicos, o rebuscan en las tipografías tiras inservibles de papel. Sobre la ciudad se ven las cometas del suburbio. Más altas que los edificios públicos, que las iglesias más altas, que el Obelisco, que las torres. Y los niños están contentos porque algo de ellos sube tan arriba, sobre la misma ciudad. Semiabierta la boca desdentada, el Viejo palmotea viendo las encumbradas cometas colear y subir cielo arriba. Los otros ríen porque lo ven y porque están contentos”. (17)
Luego volviste y me dijiste que querías que te llevara a ver el agua. Fuimos a la quebrada dentro del parque, mientras era tu mamá quien se quedaba con la cometa. Luego de caminar un rato llegamos y nos sentamos los dos en una piedra mientras veíamos el agua pasar. Fue un silencio espectacular interrumpido sólo por el sonido del viento y del agua chocando con las rocas. No te lo dije, pero quise que ese momento se congelara en el tiempo y poder disfrutarlo más. Pero aunque no sucedió, creeme que está guardado en mi memoria, y ya está acá escrito. Después nos volvimos donde tu mamá y nos fuimos a comer.
Hace un rato me puse a pensar en mi cumpleaños, y en lo bien que la pasé hoy con vos y tu mamá…No puedo esperar a que sea mañana para salir del trabajo, recogerte, comer, y para que vamos con tu mamá a elevar la cometa, caminar por el parque y sentarnos al lado de la quebrada para escuchar el sonido que produce el agua al chocar con las rocas…sonido que será interrumpido con tu pregunta si podés tocar el agua.