Wednesday, November 7, 2007

La tercera vez

Ya me había pasado, por eso esta vez no me preocupé como antes. La primera vez fue un martes, la segunda también. La primera vez me desperté y no sabía si aun estaba dormido o si ya estaba despierto. La segunda vez me desperté pero sí sabía que aún estaba dormido. La primera vez lloré y traté de levantarme de la cama pero no era capaz de mover mis piernas ni mis manos. Cuando al fin pude, quise ir al lavamanos y mojarme la cara pero tuve miedo que en ese proceso cometiera el error de mirarme en el espejo y darme cuenta que no era yo quien estaba en frente. Decidí quedarme acostado en la cama, boca arriba, esperando que algo pasara, que me despertara, que me volviera a dormir, en realidad no sé lo que esperaba. Después de un tiempo indefinido escuché ruidos, traté de identificarlos pero no pude, parecían de un lugar muy lejano. Traté de hablar, pero no me salían las palabras. Recordé que mi hermana vivía conmigo y que estaba en el cuarto contiguo. Después de muchos intentos pude gritar. Apenas ella salió de la ducha vino a preguntar lo que pasaba, se lo conté todo…esa mañana mis padres vinieron y me llevaron al hospital. Tuve varios exámenes médicos. Recuerdo uno en el que me inyectaron sodio en mis venas y luego me entraron dentro de un tubo gigantesco. Querían asegurarse que la sangre estaba irradiando a todas las partes de mi cerebro. Pasaron los días y poco a poco pude volver a escribir con una letra que otras personas pudieran entender. Ya no agarro el lápiz igual que antes, y aunque similar, mi letra no es la misma de antes. Esta segunda vez no fue tan traumática como la primera. Me llevaron donde el doctor, pero yo no hablaba, bueno, lo hacía a través de mi esposa porque yo no recordaba cómo decir nada en inglés. Al igual que la primera vez, esta segunda vez el doctor no me recetó ninguna medicina ni me dio ninguna explicación científica de lo que me pasaba.
Han pasado más de cinco años desde esa segunda vez y ahora siento que la tercera se acerca.

Thursday, May 31, 2007

El concierto de Cerati

Fue así como pasó: mi hermana me llamó a contarme que tenía cuatro boletas para ir a un concierto privado de Cerati pasado mañana. Yo maldije mi suerte…siempre me gustó Soda Stereo y bueno, ya te imaginarás que ir a un concierto privado de Cerati en Buenos Aires sería cumplir uno de los tantos sueños que he tenido. Fue entonces cómo por simple curiosidad me metí a mirar cuánto valdrían los tiquetes, y me encontré con que saliendo mañana viernes desde Chicago y volviendo en dos semanas, “sólo” tendría que pagar $880. Si, leíste bien. El viaje en avión saldría $200 más barato que cuando fuimos hace casi tres años… Era una tentación fuerte, ¿no lo creés? Pues bueno…me decidí y compré el tiquete…Tomé en Chicago el vuelo # 447 de Continental Airlines a las once de la mañana. Era un Boeing 737…llegué a Houston casi a las dos de la tarde. Fui a almorzar algo y luego a esperar las casi siete horas pendientes para mi vuelo a Buenos Aires. Me la pasé escuchando a Soda y Cerati casi todo el tiempo….aún no podía creer que estaba en camino a un concierto privado…También tenía conmigo Aire de tango, libro de Manuel Mejía Vallejo en el cual estaba trabajando para mi tesis. Pensé que nada mejor que terminar este libro y escribir su respectivo análisis en mi viaje a Buenos Aires, el templo del tango. Estaba en la página 131, en la que Jairo le preguntaba a Ernesto sobre la historia de El Desconocido, cuando la azafata llamó a abordar el vuelo 51 que me llevaría a Buenos Aires. Fue poco lo que dormí…además no me gustaron ninguna de las películas que pasaron y ya estaba aburrido de leer el relato de un Ernesto borracho que poco a poco nos va contando cómo, cansado de Jairo, se decide a matarlo. A las nueve de la mañana del sábado del concierto aterrizamos. Cuando salgo después de todo el papeleo, estaban mi hermana, Diego, Ana Sofía y Álvaro esperándome. Yo venía agotado y sólo quería dormir un poco para así poder disfrutar del concierto de esa noche. Pensé ilusamente que podría descansar en el trayecto desde el aeropuerto hasta el apartamento, pero hablamos sobre cómo fue mi decisión de hacer un viaje relámpago. La conversación estaba muy agradable hasta que, de la misma manera que sucedió las dos veces que nos recogió en el aeropuerto hace tres años, Diego se perdió. Tomó la salida equivocada que siempre toma. Mientras volvíamos a tomar nuestra ruta, nos encontramos con un sitio donde vendían las empanadas argentinas que tanto había extrañado. No recuerdo muy bien, pero creo que entre los cinco nos comimos tres docenas de empanadas.
Estábamos en la tercera fila. Los asientos eran muy buenos pues no estábamos muy cerca del escenario, pero tampoco muy retirados. Yo no podía esperar más…quería que la agrupación que estaba abriendo el concierto (ni recuerdo el nombre), acabara pronto…fue entonces cuando se despidieron y hubo unos cinco minutos de descanso….poco a poco pude ver cómo unas personas se iban acomodando en frente de los diferentes instrumentos musicales. Apagaron todas las luces, era muy poco lo que se podía ver, fue entonces cuando las luces se prendieronn y tengo en frente a Cerati con un traje fucsia tocando fuertemente su guitarra eléctrica…yo cerré los ojos tratando de que ese momento quedara grabado para siempre en mi memoria y entonces escuché:
“Fluorescente azul
Luz que baña mis sentidos
Donde todo empieza a ser real...”

Thursday, May 24, 2007

Andrea

Algunas veces, cuando salíamos de clase, todos nos íbamos en el carro de Leonardo y él nos llevaba a nuestras respectivas casas. Otras, en las que su carro no estaba lleno, recogíamos a algún estudiante en la portería de la universidad y llevábamos a ese estudiante a su respectiva casa. Recuerdo una vez que él y yo salimos de un laboratorio de física y había un tipo en la portería con un cartel escrito con bolígrafo que decía: “Vivo por la 80”. Fue bastante chistoso…lo recogimos y lo llevamos a su casa que quedaba cerca de la mía. Era un buen tipo que estudiaba Ingeniería Mecánica y estaba ya próximo a terminar. En el camino hablamos de algunos de los profesores y nos contó cuáles eran los mejores, los más vagos y los más fáciles.

Leonardo me decía que a veces, cuando salía solo de clase, recogía a otros estudiantes en la portería sin importar que vivieran lejos de su casa. Simplemente quería hablar con alguien. Esta situación me sorprendió bastante porque como les había dicho antes, Leonardo es un tipo muy callado y bastante tímido, entonces no entiendo cómo él va a conversar con alguien que no conoce y que estará en su carro por escasos diez minutos. Pero un miércoles salió de clase a las cinco de la tarde y recogió a una estudiante de administración de empresas que se llamaba Andrea. Ella le contó que estaba en octavo semestre y que ya estaba buscando trabajo para hacer su práctica profesional. Ella vivía cerca de la iglesia de Santa Gema. Tuvieron una conversación muy agradable. Leonardo sugirió que almorzaran algún día en la universidad, pero ella le dijo que casi siempre llevaba algo que su mamá le preparaba…le contó que su mamá era famosa por una torta de vainilla que llevaba casi todos los días. Cuando llegaron a la casa, ella le agradeció y le dio un pedazo de torta. De vuelta a casa, Pablo se lamentó por haber sido más directo, por sugerirle que se encontraran alguna vez en la universidad e invitarla a tomar un café…maldijo su timidez por enésima vez…

Desde aquella vez, Leonardo salió los miércoles a las cinco de la tarde con la esperanza de encontrarse nuevamente con Andrea. Así iban pasando las semanas pero nunca tuvo suerte. En una de estas búsquedas, recogió en la portería a una estudiante de primer semestre de Ingeniería Civil, se llamaba Natalia y vivía cerca de la iglesia de Santa Gema. Aquella tarde Leonardo no quería desviarse de su ruta, pero ya era muy tarde para decirle que no la podía llevar. Ella no paró de hablar todo el tiempo. Leonardo quiso no haberla recogido nunca…A medida que se iban acercando, él comenzó a recordar la casa de Andrea. “A lo mejor Natalia vive cerca de ella”, pensó. Natalia no paraba de hablar: “sabés, mi mamá hace unas tortas de vainilla espectaculares, mi hermana y yo llevamos a EAFIT casi todos los días…uno de estos días te llevo una”…fue en este punto cuando Leonardo comenzó a poner atención a lo que ella le decía…pensó que el destino, por primera vez en su vida, le estaba ayudando…pensó en cómo el conocer a Natalia sería de gran ayuda para de alguna manera contactar a su hermana…“no me vas a creer, pero hace unas semanas yo traje a tu hermana a tu casa…ella me dio un pedazo de las tortas que hace tu mamá…son deliciosas!!!”…Natalia, muy emocionada, se puso a llorar….Leonardo no sabía si reírse o avergonzarse por ella….Cuando llegaron a la casa, él ya tenía todo un plan para poder volver a contactar a Andrea…es así como cuando Natalia se bajó del carro secándose las lagrimas y agradeciéndole por haberla traído a clase…Leonardo le dijo: “saludame a tu hermana”.

Wednesday, May 16, 2007

Buenos Aires

Yo viviría en Buenos Aires, y montaría en el subte y en tren todos los días; leería algún libro en mi viaje hacia el trabajo, y el periódico vespertino, que lo dan gratis en la estación Retiro, cuando volviera; le compraría a los niños que se montan los alfajores de maizena (son mis favoritos); iría a las librerías que tienen en su mayoría libros de segunda (hay una en el centro que no me acuerdo cómo se llama pero que puedo imaginarme el olor...tenía dos pisos y un sótano...en el sótano había un café); iría a fútbol todos los domingos; me empujaría con la gente para poder entrar y salir del estadio…todo ésto lo haría, y no me importaría que sea una ciudad venida a menos, que no es la ciudad que soñé y conocí a través de Borges y Cortázar…de verdad...cuando tomaba el metro en Medellín, muy bonito, muy limpio, pero me sentía como un extranjero...en el subte sentía que era más mío....lo viejo, lo acabado...eso somos nosotros....por eso me gustaba el edificio de mi hermana...con un ascensor antiguo.... es esta la nostalgia que siento por un futuro que nunca tendré, por una ciudad en la que soñé vivir pero que apenas alcancé a conocer en dos semanas.

Wednesday, May 9, 2007

Nostalgia #1

Sus dos hijos tienen aproximadamente mi edad. Cuando era chiquito, yo me iba a dormir a la casa de ellos, con cierta frecuencia, los fines de semana. Me gustaba que su casa quedaba cerca del aeropuerto. No sé si te lo he contado, pero siempre he tenido cierta fascinación por los aviones. No sólo en montarlos, sino en verlos elevarse por los aires. Siempre me he maravillado al ver un monstruo tan pesado volar. Es una de aquellas cosas por las cuales me siento orgulloso de ser parte de la raza humana. Aunque yo no participé en la invención del avión, por lo menos soy parte de esa raza que los creó.
En uno de esos fines de semana, él iba para un partido de fútbol en el estadio con uno de mis primos. Yo nunca había estado en el estadio, entonces mi primo le dijo a su papá que me llevara a mí. Yo no lo podía creer. Por primera vez iba a estar en el estadio, y ese domingo vería el juego entre Nacional y Tolima. La tribuna a la que fuimos fue “Alta”. Era la única en el estadio donde no nos mojaríamos si lloviera. Cuando por fin nos sentamos, me pareció muy extraño que los parlantes no tuvieran a los anunciadores a los que yo estaba acostumbrado en la radio. Vi a muchas personas con un radio cerca de sus orejas, y después, él me explicó que nadie narraba el partido por los parlantes. En medio de toda la emoción que significó ir a fútbol por primera vez, fue una gran decepción no poder escuchar el partido mientras lo veía. El partido terminó 1-0 a favor de Nacional. He tratado de acordarme en qué año fui a este partido y quién anotó el gol, pero mis esfuerzos han sido en vano. Estos datos probablemente estarán en uno de esos cajones de mi memoria a los que espero algún día volver a tener acceso. Quiero pensar que era el año 1981, cuando a pase del peruano César Cueto, su compatriota Guillermo La Rosa definió magistralmente. Quisiera recordar cómo los jugadores fueron a celebrar el gol con el técnico argentino Osvaldo Juan Zubeldía.
Lo que sí recuerdo, es cómo Javier me llevó por primera vez al estadio a ver un partido de Nacional.

Thursday, May 3, 2007

Exilio #1

Cada que miraba el pasado, lo veía como algo mejor. Pero él nunca se puso a pensar en lo mucho que lo deprimía cuando sus amigos y profesores le hablaban de las drogas en Colombia. O cuando en la primera comunión de su hermano, en la homilía, el sacerdote contó a todos que su familia era colombiana, y aclaró que era el lugar de donde provenía la cocaína. No fue una época fácil. Los fines de semana eran muy solos y además muy rutinarios. Los sábados en la mañana acompañaba a su papá en el almacén en el centro de Viña. Luego, en las tardes, se quedaba en casa buscando algo para ver en la televisión. Normalmente había películas viejas en algunos de los canales. Los domingos por las mañanas se iba caminando con su papá hasta el centro de Viña y luego se devolvían en colectivo. Al medio día iban a misa y por las tardes, él se ponía a escuchar los partidos de fútbol en radio.
Por esto, y muchas otras cosas que me ha contado, es que yo no entendía cuando volvió porque me decía que sus seis meses allá fueron los mejores de su adolescencia. De vez en cuando, le pregunto nuevamente si aún piensa igual y me dice que sí, que él no cree que esté idealizando su pasado, que simplemente esa etapa que vivió a los quince años ha sido una de las más alegres de su vida.

Wednesday, April 25, 2007

Varios de los personajes del escritor colombiano Santiago Gamboa hablan de las penurias que han pasado debido al exilio voluntario que ellos han vivido. Lo que yo me pregunto, es si ese exilio es voluntario, ¿por qué continuamos viviendo las penurias? ¿Acaso será que esperamos dejar esas penurias de lado y mejorar nuestras vidas? ¿O será que no creemos en un futuro para la vida que llevábamos antes?