Wednesday, September 9, 2020

La paranoia


 

Intentaba tener una vida normal, pero me sentía seguido.  No importaba a dónde fuera, yo veía personas que creía haber visto antes, personas que me miraban constantemente.  Las veía en el metro camino al trabajo, cuando me compraba un café, en el tráiler que compraba mi almuerzo. Mantenía los nervios de punta y siempre respondía de manera muy irritada a cualquier comentario.  Incluso un día mi jefe me sugirió que fuera al departamento de Recursos humanos. Le dije que lo haría.  Al ver que mi comportamiento no cambiaba, mi jefe me preguntó acerca de mi visita con Recursos humanos, y ante mi opinión me dijo "más que una sugerencia es una orden"

Después de cinco minutos con la directora, fui enviado al departamento de Salud ocupacional.  Me senté en la sala de espera y me puse a mirar todos los cuadros con frases inspiradoras. Me enfoqué en uno que estaba justo encima del garrafón donde podíamos servirnos agua. Era un póster de una mujer tomando agua de coco en una playa.  No podía vérsele su cara pues estaba cubierta por parte de la frase. Era evidente que todo era un montaje pues la mujer tenía un gorro de lana, una camisa sin mangas y el color del océano era de un verde-azúl que parecía pintado.  Nada parecía real en ese cuadro.  Más con la frase que tenía "Lo perfecto es aburrido, lo humano es hermoso".  ¿Qué es hermoso de lo humano? me preguntaba yo cuando salió el director de su oficina y me pidió que entrara.  Él me hablaba, pero yo no recuerdo nada de la conversación pues me distraje mirando la distribución de su oficina.  No había un escritorio.  Sólo dos mesas altas con tres sillas (altas también) cada una.  Parecía más un bar que la oficina de una persona ocupada por tu bienestar laboral. "¿Se encuentra bien?" me dijo el director sacándome de mis cavilaciones. "Sí" le respondía y procedí a sentarme en uno de los taburetes sin que él me invitara. Él también se sentó y comenzó a contarme la historia de su vida.  No entendía por qué podría ser importante para mí saber que él era uruguayo, que había nacido durante la dictadura, y que había vivido en diferentes países suramericanos, huyendo de dictaduras en todos ellos.  Yo estaba más preocupado en descubrir alguna señal que me indicara sí él tenía algo que ver con las personas que me seguían. 

De su oficina salí bastante molesto pues consideré que había sido una pérdida de tiempo.  Camino a mi puesto de trabajo, me encontré con mi jefe y ante su pregunta, le dije que la reunión con Salud ocupacional había salido genial.  Yo continué mi trabajo del día.  Traté de enfocarme más en los números que en cualquier otra cosa.  Salí tarde de mi oficina, y decidí parar en un restaurante griego y llevar la cena de esa noche. Mientras esperaba que saliera mi orden, me puse a mirar la gente pasar por la calle.  Me pregunté para dónde irían esas personas.  ¿Les estaría esperando alguien? ¿También se sentirían agobiados y perseguidos como yo?.  Fue entonces cuando al otro lado los vi caminando juntos.  Parecían hablar de algo serio.  Eran mi jefe y el director de Salud ocupacional.  Me supongo que hablaban de mí.  Por eso, decidí seguirlos.  Ni me preocupé por recoger la cena que ya había pagado.