Thursday, May 24, 2007

Andrea

Algunas veces, cuando salíamos de clase, todos nos íbamos en el carro de Leonardo y él nos llevaba a nuestras respectivas casas. Otras, en las que su carro no estaba lleno, recogíamos a algún estudiante en la portería de la universidad y llevábamos a ese estudiante a su respectiva casa. Recuerdo una vez que él y yo salimos de un laboratorio de física y había un tipo en la portería con un cartel escrito con bolígrafo que decía: “Vivo por la 80”. Fue bastante chistoso…lo recogimos y lo llevamos a su casa que quedaba cerca de la mía. Era un buen tipo que estudiaba Ingeniería Mecánica y estaba ya próximo a terminar. En el camino hablamos de algunos de los profesores y nos contó cuáles eran los mejores, los más vagos y los más fáciles.

Leonardo me decía que a veces, cuando salía solo de clase, recogía a otros estudiantes en la portería sin importar que vivieran lejos de su casa. Simplemente quería hablar con alguien. Esta situación me sorprendió bastante porque como les había dicho antes, Leonardo es un tipo muy callado y bastante tímido, entonces no entiendo cómo él va a conversar con alguien que no conoce y que estará en su carro por escasos diez minutos. Pero un miércoles salió de clase a las cinco de la tarde y recogió a una estudiante de administración de empresas que se llamaba Andrea. Ella le contó que estaba en octavo semestre y que ya estaba buscando trabajo para hacer su práctica profesional. Ella vivía cerca de la iglesia de Santa Gema. Tuvieron una conversación muy agradable. Leonardo sugirió que almorzaran algún día en la universidad, pero ella le dijo que casi siempre llevaba algo que su mamá le preparaba…le contó que su mamá era famosa por una torta de vainilla que llevaba casi todos los días. Cuando llegaron a la casa, ella le agradeció y le dio un pedazo de torta. De vuelta a casa, Pablo se lamentó por haber sido más directo, por sugerirle que se encontraran alguna vez en la universidad e invitarla a tomar un café…maldijo su timidez por enésima vez…

Desde aquella vez, Leonardo salió los miércoles a las cinco de la tarde con la esperanza de encontrarse nuevamente con Andrea. Así iban pasando las semanas pero nunca tuvo suerte. En una de estas búsquedas, recogió en la portería a una estudiante de primer semestre de Ingeniería Civil, se llamaba Natalia y vivía cerca de la iglesia de Santa Gema. Aquella tarde Leonardo no quería desviarse de su ruta, pero ya era muy tarde para decirle que no la podía llevar. Ella no paró de hablar todo el tiempo. Leonardo quiso no haberla recogido nunca…A medida que se iban acercando, él comenzó a recordar la casa de Andrea. “A lo mejor Natalia vive cerca de ella”, pensó. Natalia no paraba de hablar: “sabés, mi mamá hace unas tortas de vainilla espectaculares, mi hermana y yo llevamos a EAFIT casi todos los días…uno de estos días te llevo una”…fue en este punto cuando Leonardo comenzó a poner atención a lo que ella le decía…pensó que el destino, por primera vez en su vida, le estaba ayudando…pensó en cómo el conocer a Natalia sería de gran ayuda para de alguna manera contactar a su hermana…“no me vas a creer, pero hace unas semanas yo traje a tu hermana a tu casa…ella me dio un pedazo de las tortas que hace tu mamá…son deliciosas!!!”…Natalia, muy emocionada, se puso a llorar….Leonardo no sabía si reírse o avergonzarse por ella….Cuando llegaron a la casa, él ya tenía todo un plan para poder volver a contactar a Andrea…es así como cuando Natalia se bajó del carro secándose las lagrimas y agradeciéndole por haberla traído a clase…Leonardo le dijo: “saludame a tu hermana”.

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