Wednesday, July 16, 2008

El final de un día de trabajo

En tu contrato, el cual firmaste sin saber inglés a la semana de haber llegado, se podía leer que trabajabas lunes, miércoles y viernes desde las cuatro de la tarde hasta el cierre. Decía así “cierre”, porque podía ser cualquier hora, y esto lo comprobaste con tu primo el primer día de trabajo, porque cuando la cafetería cerró a las siete de la noche, te diste cuenta que el trabajo duro apenas estaba por comenzar. Había una cantidad incontrolable de ollas, y todo tipo de utensilios para lavar. Cuando miraste a tu primo, pudiste darte cuenta que el desconsuelo era total para ambos. No había otra alternativa que comenzar a mojar, enjabonar, poner en desinfectante y por último guardar cada una de las ollas y utensilios que pasaban por sus manos. Después de un tiempo, y sin darte cuenta, viste cómo, poco a poco, iba disminuyendo la pila de objetos para lavar. No te habías dado cuenta cuando ya estabas colgando los guantes, los cuales te quedaban bastante grandes, dejando el delantal en tu casillero y recogiendo la comida que habías comprado. Estabas contento porque habías terminado, aunque sabías que tenías que volver dos días después.

El lunes pasado me acordé de todo esto que te cuento porque después de tres años mandé mi último capítulo de la tesis. Soy conciente que habrá correcciones, ampliaciones, y quien sabe cuantas otras cosas más, pero el simple hecho de mandarlo en el correo, me hizo sentir algo similar a cada una de esas noches cuando terminabas de lavar platos un poco después de las ocho de la noche. Vos sabías que tendrías que volver a lavar dos días después, y yo sé que tendré que seguir escribiendo, corrigiendo, ampliando, etc… pero la sensación es increíble, ¿no te parece?

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