Saturday, December 12, 2009

Nuestras Navidades

Se me pidió que compartiera con el resto de la comunidad universitaria sobre alguna de las costumbres que practicáramos en mi familia durante esta época navideña. No pude pensar en otra cosa que explicar nuestra tradición del pesebre y de todo el trabajo que envolvía para nosotros como niños, al igual que nuestros papás. Quién mejor que Manuel Mejía Vallejo para describir cómo eran las épocas decembrinas durante nuestra niñez.

“…Era de ver la Navidad que se celebraba en nuestra casa cuando aún formábamos parte de la tierra. Durante la semana salíamos a buscar musgo, cardos florecidos, hojas grandes y orquídeas para el pesebre. En la parte superior el establo con los filosóficos buey y mula; encima la estrella de Oriente y los Reyes Magos que en una esquina, sobre el desierto, casi se iban al suelo por mirarla. San José y la Virgen camino de Belén, frente a montañas de musgo que habrían de atravesar. Cada día, desde el dieciséis, adelantaban un poco. Nosotros pensábamos que era obra de milagro.
“Y un riachuelo que al pasar sobre el establo formaba cascadas de algodón o seda del monte. El lago-espejo lleno de patos. Y un gallo igual de grande al hipopótamo que atravesaba el río; y un lobo como un caballo cerca del rebaño, junto al prado cercado –barranco con grama– donde un puñado de ovejas blancas, una negra quizás, era cuidado por una pareja de pastores idílicos. Casitas de labradores diseminadas en laderas musgosas, burros, elefantes, perros, gatos…” (La tierra éramos nosotros, 37)

Dos días después de mi presentación, fui con mi esposa y mis dos hijos a buscar cuanta cosa pudiera comprar para armar un pesebre, aunque sea a pequeña escala, del que nos describe Mejía Vallejo, y del que armábamos en mi casa. Mientras Ben y yo poníamos algunos animales, Elena se intentaba comer otros, y Katie buscaba más juguetes que, de alguna manera, pudiera formar parte de nuestro pequeño pesebre.

Esa noche, cuando me acosté, me puse a recordar lo maravilloso que era levantarse cada día y correr al pesebre para ver qué tanto les faltaba aún a la Virgen y a San José para llegar al establo donde nacería el niño Jesús; fue entonces cuando le di gracias a Dios por mis papás, por que ellos nos han dado TODO lo que tenemos, tanto material, como espiritual e intelectualmente.

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