Tuesday, June 21, 2011

La misión (Octava entrega)

El otro yo


No sé por qué, pero me sentía seguro en medio de los libros.  La librería en que estaba no existía en mi universo.  No entendía cómo además de libros, podían vender televisores, video-juegos, DVDs, y todo tipo de aparatos electrónicos.  Mi “otro yo” me sacó de mis pensamientos cuando me dijo que teníamos que comparar nuestras vidas.  La verdad me sorprendió que él recibiera la noticia de los viajes paralelos sin ningún tipo de asombro.  Me hizo pensar que mi “otro yo” podría estar trabajando en conjunto con la mujer que me seguía.  De alguna manera tenía que averiguar lo que estaba sucediendo.  ¿Cómo era que había llegado a Bogotá y no a Viña del Mar?, ¿Por qué me estaba esperando una mujer? ¿Cómo es que mi “otro yo” se encuentra en el mismo lugar al que yo llegué?

Mi “otro” insitió en que le diera más explicaciones acerca de cómo era que había llegado desde un mundo paralelo.  Él quería saber por qué quise dejar mi propia realidad.  Sus preguntas incrementaron mis sospechas.  Después de mucho pensarlo, me decidí enfrentarlo (¿enfrentarme?).  Entonces me armé de valor y le dije que no le tenía miedo, que no estaba muy seguro sobre qué era lo que él junto con la mujer querían, pero que yo podría contactar mi propio universo y ser rescatado en cualquier momento.  Yo lo miraba fijamente a los ojos mientras le hablaba, casi le gritaba.  Su primera reacción fue de estupor, pero después que terminé, me dijo que no entendía de qué le estaba hablando, que había sido yo quien lo había seguido y le había dicho que teníamos que huir (lo que es cierto, pero ¿quién me puede asegurar que eso no era parte del plan?).  Me dijo también que él había llegado de Medellín hacía poco por cuestiones de seguridad, que estaba en este centro comercial porque necesitaba hacer unas llamadas de larga distancia.  Ante sus explicaciones, comencé a calmarme, a pensar que todos mis pensamientos podrían ser cuestión de mi paranoia, la que se puedo haber incrementado a raíz de mi viaje.  Al verme menos agitado, él me comenzó a dar unas palmadas en la espalda, me dijo que todo estaba bien, que entenderíamos lo que estaba sucediendo muy pronto, con calma.  Fue entonces cuando llegó la mujer, y él le dijo “yo creo que ya está listo.”


Continuará...


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