Tuesday, March 1, 2011

Y me lo quitaron...


Busqué en las cajas que he tenido por más de diez años y apenas encontré pocas referencias.
Busqué en mi cuenta de correo electrónico y sólo había correos viejos, con cuentas desactualizadas a las que no llegaban mis mensajes.
Busqué en la libreta de teléfonos que tenía antes de venirme, y sólo tenía apuntados teléfonos de personas y de lugares irrelevantes.
Tenía tanto miedo que esto pasara...y sucedió.
Decidí comprar un pasaje en avión. Planeé el viaje por una semana en el que pasaría cuatro días en Medellín y tres en Bogotá. Trataría de revivir ese pasado que se me quería escapar.
Llegué un domingo por la noche. El lunes me levanté temprano y fui a desayunar a una de esas tiendas de barrio donde el café te quema y los buñuelos están recién salidos de la olla. Fue un buen comienzo de día. Después caminé hasta la estación del metro y me fui al centro. Quería ir al lugar donde quedaba el negocio de mi papá, luego caminar a la iglesia de la Veracruz, cruzar la calle y caminar por el pasaje donde quedaba el Duramás. Pero todo fue una completa decepción. El local que fuera de mi papá casi ni lo encuentro por la cantidad de puestos ambulantes en los alrededores. Después caminé hasta la iglesia de la Veracruz, construida en 1712, pero la cantidad de gente afuera (ladrones, prostitutas, vendedores, personas esperando no sé qué) no me permitieron admirar la arquitectura e hicieron imposible entrar a la iglesia. Decidí ir al Duramás. Ya no estaba. Había una agencia de apuestas con papeles por todo lado. No quedaba nada del almacén donde cada par de zapatos estaba organizado milimétricamente para aprovechar el espacio al máximo. Decepcionado, caminé a la estación del metro. Había hecho planes para encontrarme con tres amigos de la universidad (los únicos que después de intensas búsquedas respondieron a mis mensajes). Llegué un poco temprano, entonces di una vuelta por el centro comercial para encontrarme con almacenes con nombres en inglés, personas tomando café en McDonalds y, en general, personas que les gustaba el centro comercial porque se sentían en otro país, en uno más “civilizado” que el nuestro. Por fin era la hora y fui a encontrarme con mis amigos. Sólo llegó uno. Hablamos por diez minutos, tiempo suficiente para darnos cuenta que teníamos muy pocas cosas en común. Esa noche llegué al apartamento, llame a mi esposa, hablé con mis hijos y cambié la fecha de mi regreso para dejar mi pasado y volver a mi presente.
Este viaje, cuyo objetivo era rescatar mi pasado, me hizo darme cuenta que este ya no existe, que muchos factores han ayudado a que desapareciera, siendo yo el principal.

1 comment:

Letras goles y desvios said...

Muy buen texto, me ha gustado.
A